Por Expedia Team, el March 20, 2015

4 criterios para elegir un hotel boutique

Hay algo más irritante que las modas: las personas que las siguen. No, más bien las que lo hacen a ciegas, tarde o de un modo desinformado. Estamos pensando, claro está, en aquellos que se hospedan en hoteles de cadena que tras colocar un vinil curioso en uno de los muros o copiar un diseño de Philippe Starck, se hacen llamar “boutique”.

Los hoteles que sí nos interesan —aquellos cuya propuesta va más allá de ofrecer una cama limpia en un lugar adecuado, y son susceptibles de convertirse en parte de la experiencia del viaje— deben cumplir con las características que enumeramos a continuación.

Y por cierto: a nuestro juicio, muchos hoteles pequeños, independientes, hermosos, bien atendidos y ubicados son “boutique” desde antes de que el término se usara de manera tan indiscriminada en la industria:

1.- Originalidad

Un hotel boutique no puede imitar a otro: en la playa, divierte mucho que la cortesía no sea una pantufla de terciopelo, sino una sandalia de hule, de preferencia cómoda y bien diseñada. Y, si esa playa es en Acapulco, qué maravilla que la decoración esté inspirada en películas como La dama de Shanghai y no en las cintas de Brigitte Bardot, como si se tratase de un hotel en la Costa Azul.

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2.- Gusto

Las decisiones de diseño y arquitectura en un hotel boutique tienen que obedecer a uno de los siguientes imperativos: o están tan bien pensadas y son tan funcionales que resultan invisibles, o quitan el aliento, como la escalera de Las Alcobas en la Ciudad de México. Todo lo demás —los muebles que estorban, los mármoles colocados sin ton ni son, las telas que envejecen, las almohadas incómodas— sale sobrando.

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 3.- Escala

No hay hotel boutique grande. La experiencia debe ser una donde el huésped pueda interactuar con el personal del hotel en lugar de esperar a que un empleado que jamás podrá pronunciar su nombre le haga caso. Punto.

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4.- Sorpresa

Aquí entra todo: el carrusel de postres que llega a la puerta de los huéspedes del Connaught, en Londres, antes de que estos se den cuenta de que les apetece algo dulce, el trabajo artesanal de los textiles, muros y pisos del Oberoi, de Agra, en India; la revelación de que un gimnasio puede ser acogedor, como lo es el de Soho House, en Chicago, o las simples y muy bienvenidas botanas con chile que se ofrecen en el snack bar de Maison Couturier, en Veracruz.

Foto: Soho House Chicago

Es decir, todo aquello susceptible de sacar una sonrisa espontánea, y que, a diferencia de clichés como el predecible coctel de bienvenida o la menta en la almohada, simplemente no ve uno venir.

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